domingo, 6 de diciembre de 2009

DOMESTICANDO EL MODELO BIENAL

José Roca



Con la profusión de nuevas bienales, trienales y cuadrienales que han surgido por todas partes en la última década, se ha hecho evidente que el modelo de gran proyecto expositivo, motivado por agendas de turismo cultural, se ha ido desgastando y ha generado eventos muy similares en escala y temática -e incluso con los mismos curadores y artistas. El fenómeno denominado bienalismo ha resultado en que estos eventos terminen pareciéndose en su estructura e imagen a las grandes ferias, que con sus project rooms, secciones curadas y programas teóricos proveen una oferta artística y una experiencia muy similar a la de la bienal típica. Cada vez que surge un nuevo evento internacional surge también la misma pregunta: ¿es realmente posible reconfigurar este modelo?

Medellín fue pionera en América Latina en el campo de las bienales internacionales con su Bienal de Coltejer –segunda en antigüedad en la región después de la de São Paulo- que se desarrolló de manera entrecortada entre 1968 y 1981[1]. Tal bienal puso a Medellín en sintonía con la creación de su momento, especialmente con el arte producido en América Latina, y tuvo un efecto evidente en la formación de un público con una mirada más actualizada y cosmopolita, lo cual se reflejó también en una generación de artistas locales que lograron consolidarse a nivel nacional e internacional.

Pero las bienales cesaron desde principios de los ochenta, y la ciudad dejó de tener una exposición efectiva al arte internacional. Con la crisis de la industria textilera, la empresa Coltejer dejó de realizar la Bienal. Hubo un intento de revivir el evento en 1998, pero ya no desde el patrocinio privado sino desde la iniciativa pública. Este nuevo evento, denominado Festival Internacional de Arte de Medellín, fue interesante y ambicioso en su planteamiento curatorial, -en torno a la relación entre arte y ciudad- pero muy deficiente en términos de gestión. El Festival Internacional de Arte de Medellín es un ejemplo de cómo un pretendido pluralismo (consistente en invitar a la mayoría de los curadores y críticos activos -muchos de los cuales eran opositores declarados- a la discusión colectiva sobre el fondo y la forma del evento) sólo generó disenso, polarización e inconsistencia en la selección de los artistas invitados. La lista final fue una verdadera colcha de retazos, resultado de los artistas propuestos por cada uno de los miembros de este comité curatorial.

Luego de que terminaron las bienales, Medellín pareció concentrarse en exponer a sus propios artistas. Esta especie de ostracismo/chauvinismo se hizo extensivo al arte del país mismo, al punto que, al día de hoy, artistas que son referencia del arte colombiano en el mundo como Doris Salcedo, Óscar Muñoz, José Alejandro Restrepo, Miguel Ángel Rojas o María Fernanda Cardoso, por citar apenas algunos nombres, no han expuesto nunca en Medellín de manera individual en un museo o institución importante. Medellín, que se precia de ser una ciudad hospitalaria, aparentemente no lo había sido tanto. Es por esto que la tensión entre hospitalidad y hostilidad se convirtió en el leitmotiv del MDE07. En general, podría decirse que el MDE07 quiso domesticar el modelo de la bienal, es decir, volver el gran evento artístico una situación doméstica, familiar, cotidiana.

El modelo más usual de bienal internacional consiste en invitar a un curador o grupo de curadores a definir un tema que sirve para elaborar una lista de artistas que visitan la ciudad y, o bien realizan una obra en relación con el contexto local, o traen una obra anterior, que se exhibe en una gran exposición que dura un par de meses. Este modelo concentra la actividad y los recursos de la ciudad en un evento muy grande en el cual el componente expositivo es el dominante, y usualmente está atado a o generado por estrategias de promoción del turismo cultural en la ciudad –y en consecuencia su público target es el extranjero. El modelo del gran espectáculo condensado en un periodo corto para que pueda ser visitado por gente de afuera genera como retorno a la ciudad los efectos benéficos del turismo (hoteles, restaurantes y demás), pero es usualmente pobre en términos de los aportes que dan las prácticas culturales a la vida de la ciudad.

El Encuentro de Medellín MDE07 surge en este contexto. Pero, conscientes de lo inconveniente de recurrir hoy en día al modelo tradicional de bienal, el grupo de curadores se dio a la tarea de pensar un modelo de evento que fuera realmente adecuado a las carencias, necesidades y expectativas del medio local. El Encuentro de Medellín es el lugar de encuentro en Medellín, pero también el lugar en donde Medellín se encuentra. Esta sutileza semántica es muy importante, pues partimos de la base que el MDE07 está dirigido al público y al medio local, y en menor medida al resto del país o a los eventuales visitantes extranjeros. El MDE07 se disemina en el tiempo y en el espacio, al tener una presencia de baja intensidad pero de duración continuada por más de seis meses en casi todas las instituciones y en incontables espacios públicos y privados, cerrados y abiertos, de todos los estratos socioeconómicos de la ciudad. Esta curaduría blanda, que responde a las contingencias del día a día y que va evolucionado y reconfigurándose en el tiempo, pretendía estar muy atenta a lograr involucrar a los artistas locales. Esta era al menos la intención, y el grupo de curadores hizo un especial esfuerzo de ver dossiers de artistas de la ciudad o visitar sus talleres, especialmente a los más jóvenes. En aras ser autocríticos habría que decir que uno de los principales problemas del MDE07 fue precisamente que los artistas locales se sintieron desplazados por los artistas que venían de afuera, una percepción tal vez magnificada por el hecho de haber permanecido tanto tiempo centrados en si mismos, con poca presencia de artistas nacionales o extranjeros[2]. También hubo una sensación de malestar debido a que -salvo algunas excepciones- en la curaduría no se incluyeron los artistas “imprescindibles”, aquella generación infaltable en todas las exposiciones, eventos o comisiones artísticas que se habían realizado en la ciudad en las últimas dos décadas.

La idea era involucrar al medio local con el evento y a los artistas invitados con el medio local. Cada curador pasó periodos extensos e intensos de tiempo en la ciudad, trabajando más como un facilitador, mediador y programador que como un seleccionador de nombres y obras; además, se diseñaron varias estrategias para que el control habitual que tienen los curadores sobre un evento fuera en cierto modo socavado, generando una indeterminación que incentivó la toma de decisiones por parte de otras personas involucradas con el Encuentro. Por ejemplo, el programa Espacios Anfitriones -que consistió en dotar a varios espacios locales con los medios necesarios para que pudieran invitar a sus pares de otras ciudades, ofreciéndoles una “sucursal” temporal para que realizaran su programación- fue particularmente exitoso[3]. La idea original era congregar a directores de “espacios alternativos” o espacios regidos por artistas de todo el mundo, para organizar un seminario que los pusiera en contacto y así establecer redes de colaboración. Pero el principal problema de este tipo de encuentros o seminarios (en los que sus directores se cuentan entre sí y al público las características y alcances de sus programas por medio de presentaciones de video y power-point) es que queda una sensación de asistir a algo que sucede en otra parte y a lo cual no se tiene posibilidad alguna de acceder. El haber posibilitado la presencia de tantos espacios que realizaron su trabajo en Medellín –en muchas ocasiones incluyendo gestores o creadores locales- fue una verdadera oportunidad, más que de “hacer contactos”, de establecer verdaderos lazos de amistad y de trabajar en estrecha colaboración.

Pero sin duda, el gran aporte del MDE07 a la ciudad ha sido la Casa del Encuentro. La sede alterna del Museo de Antioquia, en ocasiones sub-utilizada, fue dotada mediante un proyecto concebido y desarrollado por el diseñador Gabriel Sierra en diálogo con el grupo de curadores. Sierra desarrolló lo que podría denominarse “un proyecto integral de operatividad”[4], que respondía en tiempo real a las necesidades del curador y los artistas residentes, y del público mismo. Sierra se estableció en Medellín por más de tres meses y armó un taller de carpintería en la Casa misma. En este taller se producía día a día lo que se iba necesitando, de acuerdo con un plan maestro de tipologías que se iba reconfigurando sin perder su carácter fresco y sencillo. El proyecto de Sierra mantuvo en su desarrollo orgánico una gran sofisticación y elegancia a pesar de ser realizado casi por entero con materiales baratos o de reciclaje.

La Casa del Encuentro ha sido el punto de encuentro de los artistas con el público, pero poco a poco se ha logrado posicionar como el sitio de lectura, trabajo, reunión y “hangueo”: el parche en el cual pasar una tarde viendo libros y revistas, exposiciones que surgen de un programa muy ágil, conferencias y charlas informales, etc. La Casa del Encuentro permanecerá una vez termine el MDE07 como un espacio dedicado a las diversas prácticas que involucra el arte contemporáneo, con un programa de curadores en residencia, y sin duda será instrumento para la revitalización de la escena local y el mantenimiento de lo logrado en los seis meses que duró el Encuentro.

En 1981, el artista conceptual Adolfo Bernal lanzó por radio una consigna en clave morse, con motivo del Coloquio de Arte no objetual: MDE S.O.S., la sigla que designa la ciudad internacionalmente, acompañada de un llamado de auxilio. La respuesta llega un cuarto de siglo después, sólo que la ayuda viene desde adentro. De toda evidencia, Medellín se ha reencontrado.


Notas

[1] Las tres primeras ediciones (1968, 1979 y 1972) fueron denominadas Bienal de Coltejer, que era la compañía textilera que las patrocinaba; la edición de 1981 fue denominada Bienal de Medellín.
[2] De no ser por el exitoso programa llevado a cabo por el curador Juan Alberto Gaviria en el Centro Colombio Americano de Medellín, a donde llegan de manera constante artistas extranjeros, especialmente norteamericanos.
[3] Espacios Anfitriones se inspiró en el exitoso programa As A Satellite Space, realizado por la curadora Sofía Hernández en el Americas Society en Nueva York.
[4] Tomo este concepto de Jaime Cerón.

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